domingo, 30 de noviembre de 2008

Dicho y hecho


Siempre he creído que él pensaba que entre nosotros no había nada. Tan sólo éramos dos conocidos (que con anterioridad fueron amigos) que pasaban buenos ratos juntos dándose calor.
He pasado unos meses bastante mal. Y la carta que escribí anteriormente, decidí hacerla realidad, y contarle todo lo que quería.
Así pues, la semana pasada quedé con él. Él estaba animado, se pensaba que iba a tener marcha.
Pero yo le dije que tenía que hablar con él: le dije que ya no me hacía sentir especial, que me dolía saber que se acostaba con otras. Él me decía que eso no eran mas que habladurías, que él solo estaba conmigo. Creí que se lo iba a tomar a risa, a decirme que era una exagerada y que estaba sacando las cosas de contexto. Pero creo que al verme a mi tan triste se lo tomo en serio.
Le dije que no quería que nos viéramos mas, a lo que el respondió que era imposible, que el fuego que existe entre nosotros no se apaga de la noche a la mañana. Yo le dije que si ese fuego me quema y me escuece, prefiero no tocarlo y alejarme de él.
Le explique como me hacía sentir bien, especial. Como me gustaba que se esforzara por conquistarme, le dije que ya no existía todo eso y que todo se había convertido en un aqui te pillo y aqui te mato, y que yo necesitaba sentirme única para continuar a su lado.
Cuando se dió cuenta de que era el final, me abrazo, me suplicó y me dijo que le gustaba muchísimo, que no podía hacerle eso y que podíamos intentarlo nuevamente, algo mas serio.
A mi se me rompió el alma en pedazos.
Pero sigo firme, y no puedo estar con una persona que con la que un momento de felicidad, se transforman en diez de amargura después.
Me llama, me escribe. Creo que me hecha de menos, o no puede soportar la idea de que ya no este a su disposición.
Y a mi me duele no poder abrazarle.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Buenas noches, querido:
Escribo estos versos para despedirme de ti, y decirte todo aquello que me gustaría que escuchases. El dolor por tu ausencia es ya tan insoportable, y tu recuerdo tan doloroso, que quiero decirte adios de lo único que me pertenece, de mis letras. No entiendo tu indiferencia repentina, tu ausencia despiadada... Te acuerdas del sabado anterior, cuando nos cruzamos y me dijiste que te ibas a casa? Pues bien, seré una mala persona por hacerlo, pero sabía que me engañabas, y decidí esperar cerca de tu casa unos minutos. Mis dudas pronto se resolvieron. Bajaste, te montaste en tu coche y arrancaste. No me hacía falta seguirte, porque ya sabía que ibas a verte con ella. Lo que mas me duele es darme cuenta de que nunca he significado lo mas mínimo para tí, y como esa amistad que nos unía se fue consumiendo poco a poco con cada uno de nuestros besos de amigos con derecho a roce. La semana pasada, cuando estuve contigo, me sentí una prostituta barata bajo tus abrazos, cuando sentí que ya ni te molestabas en conquistarme ni en preguntarme que tal estaba , solo te lanzaste como un lobo hambriendo sobre mi regazo. Y me duele sentir que todo lo que habíamos construído juntos no eran mas que falsas ilusiones derrumbadas, que nuestros encuentros estaban cubiertos por una fina máscara que ocultaba mis grandes sentimientos hacia tí, y enmascaraba también tu interés hacia mi cuerpo, anulando mi persona y rechazando todo lo que deseaba ofrecerte y compartir contigo. Llevo días intentando decirte todo esto, y finalizar de una vez con ese puñal que me esta rasgando el corazón. Pero me evitas. Me gustaría acabar mostrandote todos mis sentimientos, algo que nunca he atrevido a hacer. No me importa que te rieses de mi y que me dijeses, como ya lo has echo otra vez, que no existen los cuentos de hadas y tu tipica frase de "el sexo alivia la tensión mientras que el amor la causa". Pero no me queda mas remedio que acabar escribiendo algo que nunca leeras, pero que quedará escrito en mi corazón para siempre. Gracias por hacerme sentir todo lo que he sentido. Gracias por hacer que me sintiera especial, aunque solo sea un momento. Siempre te guardaré en mi corazón.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Batalla mordaz

Que sentir cuando todo mi yo está desordenado porque tu ya no ordenas mi desorden ni clasificas mis rincones.
Recuerdo nuestras batallas campales, esas en las que el odio culminaba todo mi ser. En esas noches bajo las sábanas nos dábamos una tregua, y escondíamos esas balas envenenadas que nos mataban lentamente, para en el amanecer continuar desgarrándonos hasta la derrota indefinida.
Esas noches, me perseguía el mismo sueño: corría por un bosque descalza, agarrada a tu mano. Desaparecias de mi lado, y mis pies sangraban, porque tu ausencia no elevaba mi alma, y en vez de flotar me arrastraba sobre matorrales repletos de espinas. Entonces despertaba, y veía como dormias a mi lado, y yo te susurraba al oído lo mucho que te quería, sin que tu despertaras.
Pero el sol se abría paso entre las montañas, y era entonces cuando mi cuerpo se helaba con tus gélidos suspiros, y dejaba paso a la desolación tras la batalla curtida entre las garras de la noche.